Princesas♛

viernes, 28 de febrero de 2014

Capítulo uno.

-Todavía no sé qué hago aquí, se nota que te gusta malgastar el dinero en mierdas, mamá- dije mientras ésta paraba el coche en la puerta del edificio para que bajara.- No sé porque tengo que venir, sabes que no estoy loca.
-Ya lo sé, cariño- dijo cogiendo el bolso y saliendo del coche junto a mí.- Y no te he traído aquí porqué estés loca. Ya sabes que necesitas ayuda.
-No necesito ayuda, he estado 17 años de mi vida viviendo así, y ¿ahora quieres que alguien desconocido me ayude?- nos dirigimos a la puerta.- Además, este psicólogo no es si privado, no, es público, claro, como si yo quisiera compartir mis problemas con gente que no conozco de nada, sabes...
-Bueno, cállate ya. Entra. Cuando salgas llámame y te paso a buscar.- Iba a replicar pero ella me calló.- Ni una palabra más, ________. Te vas a quedar, y punto. Me da igual lo que pienses.- Antes de girarse me dio un beso en la mejilla y se fue hacia el coche.- Te quiero.
Asentí y entré por la puerta del edificio blanco.
Preguntaréis, ¿por qué se queja tanto? Su madre solo la intenta ayudar. O tal vez os preguntéis, ¿por qué tiene que ir a un psicólogo? Bueno, pues según mi madre necesito terapia, porque no tengo amigos. Pero vamos, ni que fuera algo nuevo. Desde que tengo uso de la razón he sido una marginada, pasaba por los pasillos y me ponían el pie para que me tropezara, ah, y nunca faltaba el típico chicle que me tiraban a la cabeza en horas de clase. Hubo un año que me pensé que me quedaría calva de tanto pelo que me corté.
Bueno, a lo que iba. Llevo desde que soy pequeña recibiendo los mismos tratos, y ahora que tengo 17 años mi madre decide llevarme a un psicólogo, ahora que ya estoy acabando el curso. Y lo mejor, es que es un psicólogo público, ¿sabéis las típicas reuniones de alcohólicos anónimos? Pues lo mismo, pero con adolescentes frustrados y con problemas. La verdad es que no me entusiasmaba mucho compartir mis problemas con desconocidos.
Me dirigí al mostrador. Había una chica de unos veinte y algo sentada. Cuando me escuchó llegar dirigió su mirada a mí y me sonrió.
-Hola, ¿qué necesitas?- me preguntó.
-Hola, mi nombre está en la lista, soy _________ Levinson.- Miró en la lista buscando mi nombre, y cuando lo encontró me volvió a mirar.
-¿Estás aquí por las reuniones de psicología?- "¿Qué no lo ves? ¿Qué más mierdas se hacen en este edificio? Estúpida." Esos fueron mis pensamientos mientras asentía lentamente.- Perfecto, puerta 14.- Me dio una pegatina y me la pegué en la camiseta mientras me dirigía a la puerta 14.
Piqué a la puerta y la abrí lentamente. Vi que se había formado una redonda en la sala con sillas, y en ellas habían diferentes personas de mi edad sentadas. Escuché la voz de una mujer.
-Buenas, puedes pasar.- La miré y me sonrió. Le sonreí de vuelta y me dirigí a una de las sillas. A mi lado había una chica. 
Me pude fijar que tenía un pelo largo pelirrojo recogido en una coleta. Su piel era fina y blanca. Miré a mí alrededor y me fijé en la que supuse que era la psicóloga. La examiné. Tenía el pelo castaño, tirando a rubio, recogido en un moño perfecto. Llevaba unas pequeñas gafas que se aguantaban en su pequeña nariz. Debería tener unos treinta y pocos. Tenía las piernas cruzadas y apuntaba algo en su libreta, moviendo el bolígrafo lentamente. Sé lo que estáis pensando: "¿por qué se fija tanto?" No preguntéis, solo soy detallista.
Pasaron unos 10 minutos y las sillas se iban llenando, pero todavía quedaba una vacía. Miré a la psicóloga y hablé.
-Perdón, pero ¿cuándo empezaremos? Han pasado como 15 minutos desde que las sillas están llenas menos esa- la señalé.- Porque la persona que se sienta ahí pierda 5 minutos de la sesión no pasa nada ¿no? Digo, que aprenda a ser puntual.- La psicóloga me miró y me sonrió mientras asentía.

-Bien, me llamó Marie, y os voy a intentar ayudar en todo lo que pueda con los problemas que tengáis. Si os sentís incómodos en algún momento y me queréis decir algo en privado, podéis hacerlo cuando acabe la sesión.- Todos asentimos.- De acuerdo, vamos a em...-El sonido de la puerta la interrumpió para dar paso a un chico.- Oh, bienvenido, siéntate en esa silla.- Le señaló la silla que había libre y él asintió y se dirigió a ella.





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